Las
velas encendidas, un suave incienso con un aroma que aumente el
deseo. Tengo la camilla preparada y mis manos y mi cuerpo tan solo te
esperan. Ven, túmbate, voy a hacerte desconectar. Voy a recorrer
cada cm de ti, suavemente, la noche es larga y toda para nosotros.
Mis
manos parecen las llamas de las velas, arden, y es que acariciarte
todo el cuerpo sin tentarme a más se me está haciendo complicado.
Con
tus manos buscas mi cuerpo, prohibido tocarme, la que se aprovecha
ahora soy yo. Te doy media vuelta, el masaje continúa. Te acaricio
la cara, la cabeza y te recorren escalofríos por todo el cuerpo. Me
encanta tenerte así, en mis manos y embadurnado de aceite. Estiras
el brazo hacia atrás, me coges de la cintura y me acercas a un
lateral. Te sientas y me acercas a ti. Parece que el masaje se ha
acabado. Empiezas a desnudarme, tan solo me dejo llevar. Tus besos
recorren mi cuello, mi pecho, mi boca. En susurros me pides que sea
tuya, parece que no te has enterado que desde que empezamos ya lo
era.
Terminamos
en la cama y entre sábanas la noche parece eterna. Los ritmos
aumentan, las respiraciones se aceleran y en el momento clave, las
velas se apagan y tras nuestros gemidos nos fundimos en un abrazo.
Nuestra noche eterna se termina.
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